Destruir la casa
Cuentan que era tan pero tan chiquitita que nadie lograba distinguirla. Se la pasaba saltando de un lado al otro, siguiendo a los demás en un intento de ser reconocida. Pero en las noches, el dolor del día se volvía insoportable. Igualmente, sentía más el dolor del corazón; ese vacío que no se llena con nada y que parece ser un agujero en el cuerpo. Aún así, al día siguiente volvía a intentar, sin éxito, captar la atención de alguien. No le interesaba quién fuera la persona, ni el motivo que la llevaría a por fin prestarle atención. Pero nuevamente, volvía a casa con una enorme decepción. Un día, se cansó de corretear y saltar por todos lados, y decidió armar un picnic. Consiguió sus frutas favoritas, encontró la variedad de té que más le gustaba y se sirvió un jugo de naranja en una copa ¿Por qué en una copa? Bueno… ¿Por qué no? Y así, llevó una manta a un parque que siempre la tranquilizaba y se instaló en el centro, rodeada de pasto. Allí dejó las cosas a un lado y se acostó. No p