Cuesta abajo

Aprender algo nuevo siempre es un desafío. Pretendemos saber hacer algo a la primera y se vuelve complejo sostener el proceso mientras lo estamos transitando. Cualquier actividad sirve como ejemplo, desde aprender a cocinar hasta aprender un nuevo idioma. Los deportes suelen ser desafiantes porque el cuerpo necesita hacer ajustes para adaptarse a estas nuevas circunstancias. 

En mi caso, el proceso de aprender a hacer snowboard me enseñó varias cosas aunque no necesariamente relacionadas con un super estilo y técnica en la tabla.

Lo primero, es muy importante aprender a caer. Las caídas son inevitables, van a pasar todo el tiempo pero se puede intentar caer de forma menos abrupta y saber juntar la fuerza de voluntad para siempre volver a levantarse. Qué duele, duele, pero el cuerpo se acostumbra y aprende a seguir. 
Primer descubrimiento: Soy más resistente de lo que creo.

También aprendí que nunca hay que quedarse con un solo intento. La primera vez que nos deslizamos cuesta abajo no suele ser la mejor y puede generar frustración. Pero una vez que el cuerpo ya entró en calor y recordó que movimientos hacer, la cosa suele mejorar. Por lo tanto, es importante volver a probar aunque la cabeza este llena de miedos y negaciones.

El snowboarding puede ser un deporte bastante solitario. Podes ir con amigos a la montaña pero una vez que comienza el descenso cada uno tiene su propio ritmo y, cuándo uno está aprendiendo, normalmente queda sólo. Sólo, bajando una montaña llena de nieve que parece infinita. Frenar a descansar significa enfrentarse al frío y a todos los demás que siguen formando parte de la carrera. La única forma de salir del juego es seguir, cómo sea pero seguir hasta encontrar aquel punto de la montaña en el cuál se puede bajar completamente o volver a subir a la cima para volver a intentar. Es un encuentro directo con la inmensidad de la naturaleza, y cuando la cabeza y el cuerpo no están acostumbrados, se genera una mezcla de miedo, adrenalina y dudas existenciales como ¿Quién me mandó a meterme en esto? o ¿Quién se va a enterar si me quedo perdida entre la nieve en el medio de la montaña una vez que cierren las pistas? Esta última pregunta brinda toda la motivación necesaria para levantarse y seguir aún cuándo el cuerpo está cansado. 😅

Algo curioso que descubrí es que, en situaciones en las cuáles me veo en riesgo de caer, automáticamente tiendo a tirarme a propósito. Prefiero tener una caída intencional que sé como controlar, a una caída qué me toma desprevenida. Claramente, parece algo lógico pero el problema es que, también descubrí que muchas veces, si logro vencer ese miedo a la caída y no rendirme antes de tiempo, la caída en realidad no pasa. Lo cuál me deja pensando en si todas las caídas anteriores eran realmente inevitables o si simplemente soy yo la que me tiro antes de tiempo por miedo a perder el control. Parece que en el snowboard, un deporte en el cuál uno baja de una montaña agarrando cada vez mayor velocidad, lo cual implica que una caída es cada vez más peligrosa, mientras más se suelta el control, más se disfruta.
Me hace pensar en si será así también en la vida…Mientras menos se intenta controlar, mas divertido y con menos caídas es el trayecto. Si bien la vida no viene con un libro de reglas, parece que las verdades que necesitamos descubrir aparecen reflejadas en cualquier actividad que realizamos. 

Te/Me pregunto ¿Qué verdades sobre la vida descubriste de la forma menos esperada?

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