Olor a vacas

Es curioso cómo el olor a vacas (bueno, a excremento de vacas para decirlo de forma fina) puede ser representativo de Austria, Eslovaquia y también, de Argentina. Eso pensaba mientras mi compañera eslovaca y yo respirábamos el aire en el campo pisando suelo austríaco y, a ambas, nos hacía sentir como en casa.  Los olores nos teletransportan a lugares/personas o nos hacen sentir de determinada manera.

El olor de esa persona la última vez que la abrazaste, el olor de tu comida favorita, la mezcla de olores en el baño de un boliche durante una buena salida con amigos, el olor de un hospital cuándo visitaste a un ser querido internado, el olor cuándo terminas de limpiar tu casa, el olor a tierra que advierte que va a llover, el olor del protector solar y el mar cuándo estás de vacaciones... Todos son olores que nos transportan inevitablemente a una situación y a lo que esa situación nos hace/hizo sentir. A veces, nos traen malos recuerdos. A veces, nos encontramos un olor familiar en la otra punta del mundo y nos hace sentir como en casa.

 La naturaleza está llena de señales olfativas que nos brindan información constante. Información que es más fácil de entender cuando aceptamos que esta se divide en ciclos. Al igual que la naturaleza, todo en la vida se divide en ciclos: las estaciones, el clima, las experiencias… Hay ciclos buenos, ciclos malos, ciclos que se repiten.

Los animales saben instintivamente cuando es el tiempo de avanzar, no lo cuestionan, simplemente se mueven. Migrar para conseguir los recursos y las condiciones que les permiten vivir es moneda corriente, incluso en el planeta actual que cada vez se vuelve (lo volvemos) más impredecible. Y eso me lleva a preguntarme ¿El ser humano tendrá esa capacidad tan desarrollada de saber cuándo termina un ciclo y poder avanzar aceptando la nueva realidad? Quizás no. Pero quizás sí, aunque nos esforcemos en ignorar esta cualidad.

La vida sería más fácil si pudiéramos avanzar hacía la siguiente etapa sin pensarlo ni cuestionarlo. Sin sentirlo. Pero nos cuesta, nos es difícil cerrar ciclos y aceptar cuando algo termina sin intentar volver atrás. Tendríamos que despertar esa capacidad innata que tenemos para saber cuándo es momento de cambiar sin agregarle tanto drama pero no es tan simple. Y me pregunto… ¿Será que los animales también sienten y sufren estos cambios, pero igual saben que es lo mejor para ellos? Nos esforzamos en destruir la naturaleza para demostrar la supremacía humana y todavía nos queda tanto por aprender de la misma.

Te/Me pregunto: ¿Crees que tenemos un cierto instinto para saber cuándo un ciclo se tiene que cerrar? Si la respuesta es sí ¿Por qué lo ignoramos?


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