Sol y luna
Aprender nuevos idiomas es conocer otras maneras de ver el mundo. El idioma en el que hablamos organiza la forma en que pensamos, la forma en que interpretamos y clasificamos la realidad que nos rodea. Por lo tanto, hablar nuevos idiomas es sinónimo de ver el mundo de formas distintas y expandir nuestra mirada.
La teoría/hipótesis de Sapir-Whorf o también llamado Principio de relatividad lingüística establece que el lenguaje no es sólo un instrumento para comunicarnos, sino que también nos sirve para clasificar la experiencia humana y afirma que las diferencias gramaticales llevan a tener distintas visiones del mundo. Si bien podemos discutir hasta qué punto estas particularidades de cada idioma imponen o direccionan una interpretación específica, también podemos afirmar que existen diferencias en la forma de ver el mundo de las personas que hablan distintos idiomas.
La estructura gramatical del idioma alemán, por ejemplo, da lugar a muy poco espacio de improvisación. Uno ya tiene que saber a la perfección que es lo que va a decir antes de comenzar a armar la oración. Esto es diferente a lo que sucede con idiomas como el español que permiten hacer cambios sobre la marcha. Quizás esto tenga relación con los estereotipos existentes de la personalidad alemana, por ejemplo, siempre puntuales, claros y sin irse demasiado por las ramas. A ver, también es cierto que los austríacos pueden ser mucho más abiertos, aunque también hablen alemán. Está claro que no es recomendable quedarse en el terreno de los estereotipos según la nacionalidad porque cada persona es diferente pero tiene algo de lógica pensar que nuestra forma de actuar deriva en cierta forma de las estructuras que venimos aprendiendo a lo largo de toda nuestra vida.
A nivel gramatical, los géneros de los sustantivos, por ejemplo, generan gran confusión a los hablantes nativos de inglés que quieren aprender español, francés o alemán. Así como, el hecho de tener que cambiar el género de un objeto también genera confusión al hablante de español cuando tiene que pasar al alemán. Para ejemplificar, podemos pensar en “La luna” que siempre está asociada en el español a la energía femenina; se la personifica como mujer en canciones y cuentos y, siempre se la describe con adjetivos asociados a la femineidad. En cambio “el sol” se ve asociado a otro tipo de energía más brusca, masculina y tendemos a personificarlo como un hombre. ¿Qué pasa cuando en alemán nos encontramos con que “der Mond” (la luna) es masculino y “die Sonne” (el sol) es femenino? Es difícil salirse de lo aprendido durante toda la vida, pero a la vez es lógico pensar en que no hay elementos intrínsecos al sol y a la luna que determinen su género, por lo tanto, los entendemos desde el idioma en el que hablamos. Esto se puede aplicar a todos los elementos que nos rodean y nombramos en nuestra lengua y, también usamos el lenguaje para organizar las conexiones que percibimos en nuestro mundo material y conceptual. El lenguaje define hasta nuestras relaciones con otras personas. Al aprender inglés se puede complicar el hecho de querer indicar el género de un amigo/a porque semánticamente puede llevarnos a pasar al siguiente nivel de la relación (girlfriend/boyfriend = novia/novio). Así también en el alemán se utiliza la palabra “Freundin”; el problema es que puede significar amiga o novia según el contexto. Lo mismo sucede con “amie” o “copine” en el francés. Las palabras definen relaciones y si no entendemos bien el contexto en el cual son dichas podemos así también malinterpretar las relaciones en si mismas.
Es posible seguir
buscando ejemplos en la inmensa cantidad de idiomas que existen y que cada
persona combina de una forma particular. Hay conceptos más profundos como la forma de entender al tiempo, o la concepción del espacio y de la comunidad que varían partir del
idioma que se habla. Ni hablar de aquello que escapa a lo verbal, como los
gestos que hacemos y como esto puede definir el acercamiento que tenemos al contacto
físico con otra persona.
Pensamos y actuamos a través de los lenguajes que hablamos… ¿Te planteaste alguna vez si
hay cosas de tu realidad que no pueden ser definidas, clasificadas o expresadas
a partir del lenguaje verbal que conocés? ¿Existe aquello que escapa al idioma y aunque
sabemos que existe, no podemos nombrar? ¿Aprendiendo nuevos idiomas existe la
posibilidad de comprender aquello para lo cual en un idioma no existen
categorías válidas?
Fuentes:
Millón Garcia, E., & Escudero Morales, A. (2020, 3 marzo). Los
idiomas cambian la forma de ver el mundo. ISSUU. https://issuu.com/iesjuangris/docs/los_idiomas_cambian_la_forma_de_ver_el_mundo
Sapir, E. (1949). Culture, Language and
Personality. The regents of the University of California.
Whorf, B. l. (1956). Language thought,
and reality. The M.I.T. Press. Massachusetts
Institute of technology. Cambridge, Massachusetts
Wright Carr, D. C. (2011, octubre). La hipótesis Sapir-Whorf: Una evaluación crítica.
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