Superpoder

Me encantaría tener el superpoder de leer mentes en los museos.

En los museos se rompen todas las reglas, los desnudos dejan de ser indecentes, se admiten los viajes en el tiempo y, la moral no sé ve ofendida ni por las obras que la atacan directamente. Cada museo tiene sus propias reglas, cuenta sus propias historias y, cada obra se comporta de una manera diferente.

Sin embargo, lo qué más llama mi atención, no es cada obra en sí misma sino la interacción con los visitantes curiosos que se acercan a verla. Me encantaría saber las interpretaciones que hacen de un cuadro o escultura. Conocer el motivo que hace que dediquen unos minutos a mirar fijo o que no puedan sostener la mirada.

Un museo es una colección de estímulos que te pueden llevar a pensar, a sentir o que también te pueden sólo aburrir, depende de cada uno y, esa es la parte interesante.  

Curiosamente, el Musée d´Orsay en París, tiene un ventanal en forma de reloj desde el cuál se puede mirar a la calle. Creo que muchos museos suelen tener ese espacio para escapar de la abstracción generada por las exposiciones y observar “lo cotidiano”.  Mirar a la gente con la que convivimos diariamente cómo si fuera parte de un retrato. Observar nuestra vida como si fuera una obra de arte (¿Acaso no lo es?).





















El museo d´Orsay solía ser una estación de ferroviaria alrededor del año 1900. Una estación de trenes… ¿Qué lugar más apropiado que ese para observar la vida? En las estaciones de tren se ven los momentos importantes, las despedidas, los reencuentros, la gente apurada para no perder su viaje, personas hartas de esperar el momento, enojos, alivios, lágrimas, sonrisas. Tantas alegorías se han hecho históricamente comparando las estaciones de trenes con la vida qué no podría existir un mejor lugar para observar nuestro comportamiento como humanos.  

Ya hoy convertida en museo, se sigue viendo a la gente en tránsito, gente esperando, gente observando, gente en busca de algo. Mientras estaba ahí, con una fila de personas al lado esperando para sacarse una foto en frente de reloj/ventanal del museo, me pregunté porque no miraban hacía afuera. Todo sucedía en la realidad particular que se genera en el museo y nadie quería romper ese pacto tácito.

Pero… si mirásemos hacía afuera…

¿Qué veríamos? ¿Qué nos gustaría ver? ¿Qué convierte a la realidad en la qué vivimos en una obra de arte digna de ser contemplada?


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