Versailles
El Palacio de Versalles fue la residencia real por casi 100 años. El Rey Sol, Luis XIV, solía vivir en el Palacio del Louvre en Paris, pero en 1682 decide trasladarse a lo que originalmente fue un pabellón de caza y, comienza a ampliarlo y remodelarlo para conformar la residencia real a su gusto. Así fue como Versalles se convirtió en la capital no oficial, en el centro donde sucedía todo. Resulta que, al Rey Sol, tal como su apodo lo indica, le gustaba ser el centro de atención y tener a todos los miembros de su corte controlados. Versalles es un símbolo del absolutismo en Francia, al cual se le dio fin con la Revolución Francesa.
Si te interesa ver como se fue modificando la
estructura del Palacio con el paso de los años, te recomiendo ver este video.
Versalles se me hizo eterno. El
viaje desde París hasta Versalles ya me pareció largo, lo cuál me resultó raro
teniendo en cuenta que venía acostumbrada a viajes en tren y bus de varias
horas. Nos subimos al tren equivocado y tuvimos que cambiar. El día estaba
nublado. Llegamos y llovía. La fila también me pareció larga, excesivamente
larga. Logramos pasar. En el Chateau de Versailles, la gente avanzaba a paso
lento, todos amontonados. La mascarilla me molestaba y no podía respirar bien. Cuando
salimos al parque, entendí la inmensidad del lugar. Era enorme. Estaba lleno de
gente y, aun así, parecía vacío. Comenzamos a recorrerlo y creía que nunca
íbamos a terminar. Mi cuerpo estaba más cansado que nunca. Llegamos a “Le
Temple de L´amour” y me pareció hermoso. Quería sacarle una foto en la que se
viera completo junto con el cartel que indicaba su nombre, pero había un hombre
con una campera roja jugando con su hijo. Esperé… El hombre puso al nene en el
cochecito, justo al frente de la estructura. Busqué nuevos ángulos. Volví al
primer lugar…
Esperamos media hora más… El hombre no tenía intenciones de moverse. Al final,
saqué la foto (con familia incluida) y seguimos el recorrido. Caminé más de 25
km con mi cuerpo enfrentándose a lo que después me iba a enterar, era COVID-19.
Ese día se me hizo eterno y, si bien en ese momento no entendía el porqué, mi
cuerpo me pedía frenar y mi cabeza derivaba constantemente en los aspectos
negativos.
(Imagen representativa de mi estado al terminar de recorrer Versalles). |
Sin embargo, hoy cuándo pienso en
Versalles, no lo recuerdo para nada de forma negativa. Me acuerdo de que alguien nos
avisó que estábamos en el tren incorrecto y pudimos subir al que correspondía justo
a tiempo. Me acuerdo de que teníamos un paraguas cuándo comenzó a llover y de
que tenía alguien al lado que sostenía el paraguas para que no me mojara. Me
acuerdo de la niña que estaba delante nuestro en la fila jugando con sus padres
mientras nosotros intentábamos adivinar las reglas del juego. Me acuerdo de la
cantidad habitaciones increíbles que recorrimos. Me acuerdo de que mi amigo se
ofreció espontáneamente a sacar una foto a otros visitantes que bajaban la
escalera, recordándome que todavía existen personas que tienen gestos amables
de forma espontánea. Me acuerdo de que me encantó la escultura del Templo del
amor y pase más de una hora mirándola, recorriendo los alrededores. Me acuerdo
de que aprendí cosas sobre la historia de Francia. Me acuerdo de que caminé con
alguien al lado quién me preguntaba como me sentía en cada tramo del camino.
Así como el Rey Sol estaba
enamorado del imperio que estaba construyendo desde Versalles y el palacio era
símbolo de opulencia y poder, los ciudadanos franceses iban acumulando motivos
para estar inconformes con la monarquía y buscaban un cambio en la realidad de
Francia.
Los hechos no cambian, cambian las perspectivas.
No siempre las experiencias se dan como uno las hubiera imaginado. Sin embargo, es importante recordar que hay un grado de subjetividad en la clasificación de los aspectos positivos y negativos de una experiencia. E incluso, aquello que consideramos positivo o negativo puede modificarse a medida que revivimos los hechos que ya experimentamos desde una nueva realidad que estamos viviendo. La narrativa puede no corresponder con exactitud a los hechos. Un solo momento de felicidad puede cambiar una historia completa, así como también la misma se puede ver afectada por una experiencia trágica inesperada. Es una cuestión de enfoque. Y la buena noticia es que, más allá de como hayamos vivido la historia en su momento, siempre podemos volver a revisarla y cambiar el enfoque. Cambiar el relato considerando cosas que quizás antes habíamos pasado por alto. Se trata de decisiones.
Te/Me pregunto: ¿Prestamos atención a cómo (nos) contamos las historias que vivenciamos?
El Palacio de Versalles tiene muchos recursos para “recorrerlo” online. Si te interesa, podés entrar en acá.
Para ver en Netflix: Versailles
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