¿Cómo es tu nombre? Y… ¿De dónde sos?
No importa el idioma o el lugar, cuando se trata de un encuentro internacional, las mismas preguntas suelen dar inicio a la conversación. El nombre y la nacionalidad parecen ser los datos más relevantes para identificar a alguien.
Hasta hace un tiempo, esto me molestaba. Me parecía muy reduccionista el hecho de querer definir a una persona en base estas dos características. ¿Realmente podemos conocer a alguien a partir de esta información?
El nombre
De repente, me encontré con mi nombre pronunciado desde otra mirada y haciendo referencia a una identidad que yo nunca había sentido propia. Nunca antes me había sentido tan latina como cuando alguien de Estados Unidos pronunciaba María.
Unos años después, tuve la oportunidad de viajar a Francia durante una Navidad, y allí, me llevé la sorpresa de que el nombre que resultaba llamativo ya no era “María” sino, mi segundo nombre: Noel. “Noël” significa “navidad” en francés. Descubrir ese dato me permitió entender porque veía mi nombre en cada cartel que me cruzaba en la calle y porque les resultaba tan gracioso a las personas francoparlantes con quienes conversaba. María dejó de tener tanto protagonismo y fui encontrando otras sensaciones que acompañaban a quienes me llamaban.
Creo firmemente que todo tiene su razón de ser, y si no la
tiene, se la inventamos, es por eso que considero que cualquier experiencia que
vivimos nos enseña aspectos de nosotrxs mismxs. En los viajes se da una fusión
extraña entre conocernos mientras conocemos las costumbres y personas de otro
lugar. Quizás no sea solo en los viajes sino en la vida misma, pero en los viajes nos
encontramos en un profundo proceso de (auto)descubrimiento; todo lo que nos
rodea nos enseña algo sobre lo que somos.
Viajar a Estados Unidos me llevó a hacerme cargo de mi identidad latina y
presentarme como María con orgullo y, en Francia se agregaron nuevos
significados a mi nombre. Creo que todavía me quedan cosas por descubrir. Se van creando (o vamos descubriendo) distintos
niveles de nuestra identidad, la cual se compone de infinidad de aspectos y
solo desde la mirada de un otro, podemos empezar a verlos.
La nacionalidad
Un nombre ya puede dar indicios de nuestra nacionalidad y el
país dónde nacemos suele ser un gran componente de nuestra identidad. Nuestras
experiencias están marcadas por este primer entorno en el cual nos
desarrollamos, pero incluso luego de mudarse a otro país, se sigue manteniendo
la nacionalidad oficial como una de las primeras respuestas a la pregunta sobre
la identidad. Después, comienzan las aclaraciones, y allí se empieza a materializar
la relación que tenemos con nuestro país de origen. Se nota el orgullo en la
voz, o se siente la vergüenza, se manifiestan las dudas, también las
inseguridades e incluso aquello que extrañamos si estamos lejos. Una pregunta
tan simple puede derivar en múltiples respuestas porque estas, no solo dan
cuenta de nuestra identidad y de la relación que mantenemos con nuestro país, sino
que también habilitan la aparición de aquellos estereotipos que la otra persona asocia con nuestra cultura, o incluso de aquellas ideas que nosotros creemos que la otra
persona asume en base a nuestra nacionalidad.
Muchas veces, las personas se agrupan de acuerdo a la variable de la nacionalidad porque esto
parece indicar que comparten una misma cultura. Pero la realidad es que, en un
mismo país encontramos diversas agrupaciones culturales e incluso dos personas del mismo grupo pueden
tener visiones de la vida completamente distintas.
Nunca me sentí identificada con las primeras respuestas que aparecen cuando
digo que soy Argentina; la mayoría de las veces se asocia al fútbol, Messi,
Maradona, y a la carne (para no mencionar las veces que me hicieron algún comentario en relación a algún tipo de droga). Los estereotipos suelen ser muy reduccionistas e incluso racistas pero muchas
veces permiten ubicar un lugar en el mapa. ¿Alguna vez notaste algún prejuicio
cuándo alguien te dijo de dónde venía? Una de mis profesoras decía que sería
poco útil negar que muchos prejuicios existen, justamente porque estamos
acostumbrados a juzgar en base a estereotipos. Ella sostenía que lo importante
no era negarlos, sino reconocer el prejuicio para poder eliminarlo y abrirnos a
conocer a una persona. Salirnos de lo general, de "lo que me dijeron", lo que
creo, para entrar en lo subjetivo de lo que cada persona es.
Solamente dos variables como el nombre y la nacionalidad abren un universo de conceptos
y niveles que hacen a cada persona. Por mucho que se intente generalizar para
conocer, los aspectos que realmente cuentan, están en lo subjetivo y particular
de cada ser humano. Las preguntas por el nombre y la nacionalidad no deberían
ser relevantes solo por la respuesta que se da sino también por la relación que
ambas personas tienen con respecto a esa respuesta. Lo importante no es la
respuesta en si misma, sino las emociones, sensaciones, pensamientos y nuevas
preguntas que surgen a raíz de esa respuesta. Es abrir una puerta a las
múltiples dimensiones que hacen a alguien ser quien es, pero también es
interpelarnos a nosotrxs mismxs frente a ese alguien y frente a nuestra
identidad.
¿Cómo habitás tu nombre y tu nacionalidad? ¿Qué te genera
presentarte frente a otrxs? ¿De qué aspectos te avergonzás o enorgullecés? ¿Cúales
identificás que te hacen ser la persona que sos hoy?
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