Jugar a ser
¿Alguna vez te pusiste a pensar en la cantidad de sistemas que están en funcionamiento para que cada
unx de nosotrxs esté realizando la actividad que sea que esté haciendo en este momento?
Sistemas internos de nuestro organismo o sistemas externos como el movimiento de rotación y traslación de la tierra o la gravedad.
Este viene siendo el pensamiento que me ordena en momentos de extremo enojo, frustración, desilusión o tristeza.
Aceptar que nuestra perspectiva es limitada es una forma de abrirse a toda la información que se nos puede estar escapando en nuestra lectura de la situación.
Nadie tiene respuestas absolutas. Ni siquiera nosotrxs mismxs cuando creemos tenerlas. Todxs estamos en la misma: tratando de entender como funciona esto de vivir en el pedazo de tiempo que nos toca o que habitamos. E incluso, siendo conscientes de que hay una necesidad interna de entender como funciona el mundo, nos movemos a partir de acciones que realizamos en piloto automático como respirar.
No importa cuantas
respuestas creemos conocer, todas son interpretaciones. No sé si existen formas
de conocer cuales son acertadas; tampoco sé si eso es lo importante. Pero si
considero relevante el hecho de tener presente que cada interpretación está
hecha desde una perspectiva muy particular de la vida.
Queremos sentirnos
libres pero somos el resultado de un montón de experiencias que, en su mayoría, no elegimos vivir. Y aún así, nos imponemos frente a un/unx otrx presumiendo lo que
creemos absolutamente cierto (aún aceptando que mañana eso mismo puede cambiar).
Somos seres
complejos.
Ambiguos.
Contradictorios. Inexplicables.
Y sin embargo,
conectamos en gestos tan simples.
Nos sentimos
acompañadxs en una mirada, un abrazo, un saludo. Nos sentimos acompañadxs por
aquellas personas que nos reconocen aún en nuestra ambigüedad.
Cada vez estoy más convencida de que no se trata de cuantas verdades lleguemos a encontrar.
Se trata de reconocernos y reconocer a otrxs en el proceso. Abrirse a nuevas
perspectivas, no encerrarse en el pedazo de espacio que nos toca habitar. Eso, si.
Ser honestxs con nosotrxs mismxs y con aquellxs con quienes compartimos. Porque... ¿Qué sentido tiene complicar la complejidad de la vida a partir de algo que
realmente no pienso/siento/percibo?
Quien se preocupa por mantener una cierta coherencia entre lo que piensa, siente, dice y hace, es
aquel que, se auto-observa y está atentx a su rol en esta gran obra de teatro en la cual no hay guión (o lo perdimos...). Ser coherente no es fácil, a veces nos mentimos
hasta a nosotrxs mismxs, de eso también se trata ser humanxs, creo. Pero ¿Cuántas
vueltas nos ahorraríamos si pudiéramos enfrentarnos a nuestras verdades y
mostrarnos transparentes en las interacciones que vivimos?
Si la vida es un
juego, no quiero un teléfono descompuesto. Hay tantos juegos nuevos para
explorar.
Valorar los
procesos que se generan a nivel interno permite, luego exteriorizarlos de una
forma más auténtica. Cada persona vive una realidad subjetiva y particular. “La
variación de ritmos hace posible que distintas especies compartan los recursos
de un hábitat, usándolos en momentos diferentes.” (Los ritmos de la vida). Habitamos una realidad que ya tiene sus propios ritmos intrínsecos y pretendemos
controlarlos, cuando ni siquiera podemos aceptar completamente lo que creemos
sentir/pensar.
Nos compone y nos
desborda la existencia.
Y lo único que
parece quedar es la posibilidad de ser.
De encontrarnos con
un/unx otrx y desde lo mas genuino de nuestra presencia, invitarlx a jugar.
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