El arte de la creación

Crear algo desde cero puede ser abrumador. Implica elegir, entre tantas posibilidades, aquello que es particularmente funcional y necesario para dar vida a algo que hasta el momento no existe. Es un ejercicio interesante porque pone en juego todos nuestros criterios y valoraciones. Qué cosas si serán consideradas… qué elementos quedan descartados. Muchas veces, se cometen errores que serán remediados más adelante, una vez que se compruebe el mal funcionamiento. Y otros aspectos serán modificados simplemente porque se descubre una mejor opción. Crear es tomar decisiones, incluso cuando no sabemos que justifica cada una de ellas.

Hay momentos en los cuales somos plenamente conscientes de las motivaciones que nos llevan a elegir algo y no otra cosa ¡Qué maravilla cuando logramos identificar el punto de inicio de un proceso de creación! Ese instante en el que, frente a la inmensidad de posibilidades, nos sentamos a debatir sobre cual sería la más apropiada. Que importante ser conscientes de esos momentos bisagra, en los cuales todavía no hay un resultado concreto, pero se comienza a materializar algo nuevo en nuestro mundo. Podríamos empezar a festejar más estos momentos, para que lo importante no sea sólo el resultado final, sino todos los procesos que se fueron desarrollando para llegar a un determinado lugar.

Foto de Tima Miroshnichenko: https://www.pexels.com/es-es/foto/mujer-hecho-a-mano-obra-de-arte-ceramica-6713756/


Ser conscientes del proceso, también implica aceptar la destrucción. Así como el/la escultor/a rompe el material para darle forma; crear algo nuevo implica destruir lo que es, incluso cuando se trata de nosotrxs mismxs. Hacer un cambio en nuestra vida, significa dejar ir las versiones que solíamos ser. Implica alejarse de personas, cambiar hábitos y, construir nuevas formas de pensar. Es un camino que requiere de persistencia y constancia. Nos tiene que guiar una convicción media caprichosa que sostenga que estamos yendo por el camino correcto. Incluso cuando no entendemos cual es el recorrido ni de donde viene esa confianza ciega en lo que está por venir.

El jueves pasado, viendo una obra teatral sobre la vida de la escultora francesa Camille Claudel, escuchaba como, más allá de la perfección de la técnica al crear una escultura, lo difícil es poder transmitir emociones. Conmover a partir de la creación es el resultado de muchas instancias previas en las cuales el material se modifica y ya no puede volver a ser lo que era. Eso es lo que a veces da miedo. Construir algo nuevo implica navegar la incertidumbre de que la situación no volverá a ser lo que era y, tampoco podemos saber que es lo que se viene. Por esa razón, la decisión de cambiar muchas veces es motivada por aspectos que nada tienen que ver con aquello que podemos predecir y controlar. La motivación para crear algo nuevo es intrínseca y, en muchos aspectos, instintiva. A veces, ni siquiera llegamos a entenderla y, sin embargo, debemos aferrarnos a ella a la hora de tomar esas decisiones que nos llevarán a un nuevo estadio, a un nuevo proyecto, a una nueva versión de nosotrxs mismxs.

Aceptar que podemos cambiar, implica dejar ir todas las convicciones existentes sobre lo que somos. Es reconocer que quizás ya no somos lo que creíamos ser. Incluso puede significar tener que despedirnos de todo eso que "nos hacía ser nosotrxs”. Nuestra identidad se pone en juego y solo queda aferrarse a cada instante, en el que no somos sino que estamos siendo. Se pierden las certezas y se reconoce la libertad para ampliar las posibilidades.

¿Qué nos mueve cuando sólo sabemos que ya nada es lo que solía ser?

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