Cambiar el juego

Como dice la frase, no sobrevive el más fuerte sino el que mejor logra adaptarse.

Y es cierto. Uno construye paso a paso el futuro que desea, pero ¿Qué pasa cuando las piezas se caen?

Se trata de volver a empezar y no abandonar el juego.

Limpiar el desorden y volver a intentar.

Con una estructura diferente.

Armar otro jenga.

Uno que se sostenga por más tiempo.

Hasta que un movimiento arriesgado vuelva a hacer que caiga.

Te vi en el suelo, aplastado por el peso de cada maderita.

Decepcionado por el golpe inesperado.

Te ví respirar hondo y levantarte.

Y ví, como se volvían a caer las piezas, una y otra vez.

Armar la estructura no es tan fácil cuando cada parte tiene el mismo tamaño que uno.

En muchos momentos quise cambiar de historia.

Que fueras una Alicia esperando la poción para crecer.

O cambiar de juego, a los palitos chinos quizás, donde la forma de ganar fuera quedándose quieto.

...

No se pudo.

...

Parece que cada uno sin darse cuenta, va armando el juego.

Y hasta que no lo termina, no puede pasar al siguiente.

Dicen que los juegos abandonados quedan armados hasta que alguien acomoda las piezas nuevamente en la caja.

Te ví renegar. Quejarte de cada regla del juego que vos mismo estabas creando.

Hasta que entendiste que la única forma de salir era jugando.

Y ahí, te ví crecer.

Conseguiste ordenar cada parte de tu mundo, hasta lograr una estructura que te convenciera.

Usaste las mismas piezas que tenías a tu alrededor, pero las acomodaste distinto.

Las más firmes ayudaban a que no se salieran esas que solo quieren saltar impulsivamente.

Construiste tus fronteras.

Y conquistaste nuevos límites.

Y así entre hábitos y sonrisas inesperadas.

Lograste cambiar el juego.

 

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