204

La alfombra del baño estaba decorada con el vino más fino que habían podido conseguir.
A ella no le interesaban esas cosas, pero sabía que a él sí.

Otros dos tragos sobre la mesa junto a la cama, eran la evidencia de que la celebración se había prolongado mucho más allá del vino.
Las copas estaban a medias y había ropa tirada en cada rincón de la habitación.
No hubo tiempo para pensar en que alguien vería la escena al día siguiente, no hubo tiempo para pensar en la existencia de un mañana. Sólo habían pensado en ellos y en lo difícil que sería lograr un próximo encuentro.

Como los amantes del Guggenheim no tenían muchas respuestas, ni sabían qué pasaría después. Sólo los unía un deseo incontrolable de estar juntos.Y de que, en otro lugar del mundo, en otro hotel, pudieran volver a verse como si nada más importara.

Hasta el momento, ninguno había descubierto la forma de que el brindis durara un poco más… y, aunque no quisieran admitirlo, ambos se preguntaban el porqué pero ninguno tenía la fuerza para decirlo en voz alta. El silencio se respiraba en la habitación 204, como el perfume de todo aquello que no se quiere ver.

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