La tumba de Botticelli

Me bajé del tren desde Nápoles y por fin llegué a Florencia. Mi hostel, un antiguo convento, aún estaba en remodelación. Al atravesar el primer patio, rodeado de columnas y con pinturas originales en las paredes, no entendía muy bien en dónde me estaba metiendo. A medida que avanzaba siguiendo las direcciones que me habían dado en la recepción, me encontré con una cocina enorme, donde un gran tablón ocupaba un amplio espacio e invitaba a compartir con otros. El espacio estaba renovado, pero los vestigios de lo que alguna vez había sido seguían ahí. Seguí caminando hasta llegar a mi habitación y comprobar que efectivamente era un hostel. Ese primer encuentro me dejó pensando en cómo los espacios se renuevan: todo pierde el sentido original para cumplir una nueva funcionalidad, pero las energías quedan, dando cuenta de lo que alguna vez fue.


Salí a caminar sin rumbo fijo y, a pocos pasos de la salida del convento-hostel, me encontré con una iglesia. Decidí entrar, como si no me hubiese dado cuenta ya que en Italia hay una iglesia por cuadra aproximadamente. Esta no parecía tener nada especial. Sin embargo, al fondo de la capilla, me encontré con una especie de tumba, indicada por una decoración especial en el piso y una imagen en un pequeño caballete. No entendí el nombre en la placa del piso, pero en algún lado llegué a leer, nada más y nada menos que, “Sandro Botticelli”. Me quedé mirando la placa incrédula, pensando que quizás se referían a otro Botticelli - “quizás sea un apellido común”, pensé. No fue hasta varios años después que realmente caí en la cuenta de que realmente era la tumba de BOTTICELLI.


EL Botticelli

En ese momento, no entendí cómo una personalidad tan importante para el arte había terminado ahí, en una pequeña iglesia, sin ningún cartel que indicara nada, casi pasando desapercibido. Con la cantidad de turistas que recorren Florencia, me pareció raro que no se hiciera más énfasis en el lugar que el pintor eligió para que su cuerpo permaneciera por la eternidad. Porque sí, dicen que esa fue una decisión propia antes de morir, para estar cerca de Simonetta Vespucci, quien había sido su musa y, dicen, su inspiración para pintar a Venus. Los restos de Simonetta, quien falleció muy joven, se encuentran en la misma iglesia, a metros de los de Sandro.

Botticelli contó con el apoyo de los Medici, lo cual fue fundamental para realizar obras como “El nacimiento de Venus” o “La primavera” y convertirse en un gran artista. Sin embargo, en sus últimos años de vida, no estaba en una posición cómoda económicamente y no contaba con tanto reconocimiento. Sus obras fueron olvidadas durante varios años y muchas terminaron en colecciones privadas. No fue hasta el siglo XIX que se le empezó a dar importancia a su trabajo, y gracias a eso, hoy se lo reconoce como una figura importante del Renacimiento.

Revalorización

Como le pasa a muchas obras de arte y artistas, la valoración de las obras va mutando a partir de la legitimación social de cada momento. Así como los espacios se transforman y adquieren nuevas funcionalidades. Lo que fue puede ser revalorizado, destruido o reutilizado. Lo que alguna vez supo ser de suma importancia puede dejar de ser relevante y el legado de una vida podría tranquilamente quedar relegado a una tumba que nadie reconoce.

Una huella en la historia

Acá es cuando, mi yo artista toma el teclado para destacar la importancia del arte. Las obras de arte son una manera de dejar constancia de la existencia. Podemos conocer a muchos artistas y a sus vivencias a través de observar su expresión. El arte se convierte en una herramienta de documentación histórica que nos permite recordar procesos y etapas. Da cuenta de los ideales y creencias de un periodo histórico y de qué se valoraba en cada momento.

Está claro que no es la única forma de dejar constancia de lo vivido, pero sí es una que puede adoptar tantas formas como personas y adaptarse a la subjetividad que precisa cada momento y expresión. El arte permite dejar una huella en la historia. Esta huella puede borrarse con el tiempo y quedar en el olvido, como una tumba escondida al fondo de una iglesia cualquiera. Pero también existe la posibilidad de que otros encuentren esa marca del pasado e identifiquen en ella la importancia de la expresión humana, atada o no al contexto que la vio nacer o que la llegará a apreciar.



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